Hace unos días visité a un familiar en el hospital. La habitación donde estaba ingresado era doble y en la cama de al lado había una mujer mayor acompañada de su nieto. El nieto, algo mayor que yo, me recordó mucho a mí años atrás. Mi abuela Isabel era una mujer de armas tomar y cuando iba a visitarla a veces parecía que nos echáramos un pulso a la más tozuda… Con el tiempo esos pulsos fueron apareciendo en cada visita e irla a visitar ya no me apetecía como antes.
Un día me di cuenta que mi abuela era como era y que por mucho que yo me esforzara ella no iba a cambiar, debía aceptar la situación. O cambiaba yo mi actitud o todo iba a seguir siendo igual. Así que preferí cambiar mi actitud para poder pasar buenos momento con ella en vez de seguir con mi tozudez.
Cuando acepté eso, volví a disfrutar de mi abuela y pasábamos momentos muy agradables y divertidos, disfrutábamos la una de la otra como antes. Cuando había algún tema que podía ser conflictivo, lo desviaba o no le daba la importancia que ella quería sacando pelotas fuera.
Porqué cuando yo cambio todo cambia…
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